Ofender a algunas personas, cometer algunos errores, ser criticado, ser odiado, en realidad no es tan aterrador, y no hay nada de qué preocuparse, porque cómo te vean los demás, ese es su problema. Lo más aterrador es que, para mantener la armonía, renuncies a tus principios, intentes agradar a aquellos que te odian, cedas los beneficios que te corresponden a ellos, y vivas de manera que te sientas menospreciado, y al final, aún así no logres agradarles. No preocuparse por la opinión de los demás, no temer ser odiado, no buscar intencionadamente el reconocimiento y la aprobación de los demás, es el camino definitivo hacia la libertad y la felicidad.