Me lleva de vuelta a la Crisis Financiera Asiática de 1997. Un día a finales de octubre, el Hang Seng se desplomó. Los diferenciales se ampliaron a anchos himalayos. El yen se convulsionó como una anguila moribunda. El tipo a mi lado se arrodilló en el suelo, rezando a su terminal de Bloomberg mientras sollozaba incontrolablemente. Mi colega, el notorio trader surcoreano Jinwoo Park, se recostó en su silla, encendió un cigarrillo bajo un cartel de 'Prohibido Fumar' y simplemente murmuró: "Bueno, eso arruinó el almuerzo." Carnicería financiera en su forma más pura.